Nos convierten en frontera, en lugar de separación, de división, de defensa de derechos de las élites, de sus privilegios a costa de desposeer a la mayoría de la población de nuestros derechos, libertades y de poder satisfacer nuestras necesidades básicas. Es muy fácil convertir Canarias o Lesbos o Lampedusa en cárceles a cielo abierto. Canarias ya ha sido lugar de exilio o cárcel en otros momentos de la historia y ahora es el colectivo migrante el chivo expiatorio.
El cierre de las fronteras ha reactivado el tránsito de rutas más peligrosas, como la ruta canaria, que junto a las políticas migratorias asesinas impulsadas por la UE, tiene como consecuencia que al menos 1.851 personas hayan perdido la vida el año pasado y más de 2.000 estén desaparecidas.
Canarias, uno de los territorios más empobrecidos del estado español, con una situación social insostenible a causa de la crisis económica que ha acompañado a la pandemia con el parón del monocultivo turístico, se ha convertido en frontera colonial de la Europa del capital.
A la fuerte militarización de las islas como plataforma para el neocolonialismo extractivista, se suma este nuevo papel de guardia fronteriza contra el sentir de su población que, como viene evidenciando, mayoritariamente se muestra solidaria con las personas migrantes, organizando numerosas redes de apoyo en defensa de sus derechos y para paliar las consecuencias del racismo institucional.
El contexto de emergencia sanitaria derivada de la COVID-19 y las políticas migratorias amparadas en un nuevo Pacto Europeo han servido de excusa para legitimar la vulneración de derechos humanos, el racismo institucional y la violencia policial. Se ha violado el derecho a la libre circulación encerrando a las personas en islas-cárcel, creando un relato de avalancha que alimenta el racismo y abre la puerta a la extrema derecha. Un relato intencionado porque los intereses de las élites son los que regulan de facto el derecho a la movilidad humana. Es por ello, que a medida que se acerca la temporada turística, los flujos migratorios se transforman y la frontera se hace más permeable expulsando a migrantes para acoger turistas.
Las circunstancias políticas, sociales y económicas de los últimos años han agravado algunas de las condiciones que empujan a las personas a decidir migrar. El impacto de la pandemia está siendo grave en los países de África Occidental y del Sahel Occidental, de donde proceden las personas migrantes que llegan a Canarias y donde la economía informal tiene un gran peso. A esto hay que sumarle el empobrecimiento asociado a los procesos de globalización, el extractivismo que despoja a estas comunidades de sus recursos y formas de vida; y los conflictos armados en algunas de estas regiones, donde los gobiernos europeos tienen una responsabilidad histórica y, en muchos casos, un papel activo en la actualidad. No existe efecto llamada, sino que se fomenta el efecto expulsión.
La caravana a Canarias cuenta con la adhesión de más de 70 organizaciones del conjunto del Estado. Más información sobre el manifiesto, programa, recomendaciones para el viaje y otros recursos, se encuentra disponible en la web de la Caravana Abriendo Fronteras.