Desde el inicio de las operaciones militares de oposición al Estado Islámico, la población civil se ha enfrentado a dramáticas condiciones de vida. En Ramadi, Faluya o Mosul ha sido usada como escudo humano, ha sido blanco de los francotiradores, ha sufrido hambre y ha estado expuesta a los incesantes bombardeos y a la artillería de la coalición y las fuerzas iraquíes.
En las próximas semanas en las que se producirán nuevos enfrentamientos, es imperativo que las partes en el conflicto no cometan los mismos errores. Se estima que más de 150 000 personas están atrapadas en las zonas de Hawija, Tall'Afar y es Anbar, donde tendrán lugar las nuevas operaciones militares. Las poblaciones atrapadas deben recibir todo el apoyo, la seguridad y la protección necesarios.
“Después de años de supervivencia bajo el Estado Islámico, necesitan nuestra ayuda y no nuestra desconfianza. Varios informes muestran que la gente ha tenido que hacer frente a la violencia diaria y a la violación de los derechos humanos básicos por parte de los actores armados, independientemente del bando al que pertenecieran”, aseguran los responsables de la misión de Acción contra el hambre en Irak, donde trabajamos desde 2013.
En todo Iraq, incluyendo Mosul, las necesidades son enormes para todos aquellos que han tenido que abandonar sus hogares. Muchos de ellos viven en el exilio o se han visto obligados a desplazarse repetidas veces. Más de 1 750 000 personas permanecen desplazadas en los distritos del centro de Iraq.
Incluso en lugares libres del EI desde hace más de un año, no se cumplen las condiciones para permitir que regresen los desplazados voluntariamente de forma segura, además de haber numerosos restos explosivos. No podemos esperar a que finalicen las operaciones militares para empezar a pensar en el futuro de Iraq.
La prioridad ahora debe ser el compromiso colectivo para ayudar a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones y la reconciliación en el largo plazo, para lo que es necesario: